Históricamente las prácticas educativas y de formación se han enfrentado a retos caracterizados por su complejidad, en algunos casos con riesgo social y político. En este siglo XXI, se añadieron otros problemas que son ecos de nuevas configuraciones sociales y económicas. Ejemplos de ello son las problemáticas de convivencia y de respeto en instituciones educativas, como la escuela, el instituto o la universidad. La siempre difícil transición de la infancia a la adolescencia y a la juventud, como momentos para crecer en compañía de los otros, se ha complicado.
La experiencia educativa se caracteriza hoy por un aumento de los casos que comprometen los sistemas institucionales y pedagógicos. Surgen nuevos síntomas que corresponden a denominaciones diagnósticas y modos de clasificación psicopatológica, más allá de los modos de estandarizar y etiquetar con diagnósticos, tenemos jóvenes con problemas que ponen en cuestión a las familias, a la escuela, a los maestros e incluso a los expertos en dificultades escolares y sociales.
En este contexto, la responsabilidad de los Orientadores Educativos, Psicólogos Escolares, Psicopedagogos, por nombrar algunos requiere estar en posesión de los conocimientos necesarios, así como de la postura que permita dar respuesta a la particularidad de cada caso.
Actualmente es difícil concebir una Institución Educativa de calidad, sin hacer referencia a una serie de servicios de apoyo para el estudiante, que faciliten el proceso formativo , la tendencia en las Universidades tanto Publicas como Particulares es la de favorecer una formación integral que este comprometida a abarcar la diversidad estudiantil y las particularidades poco estudiadas de la misma , ya el mismo Freud planteaba que: Una educación para la realidad, es una educación que tiene en cuenta los deseos del sujeto y cuestiona a aquella que los ignora. Freud (1914).
